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Había, en la ciudad de Troya, un hombre llamado Príamo, que estaba casado con Hécuba. Tenían una hija, Casandra, que era guapísima, tan guapa que incluso el mismísimo Apolo estaba enamorado de ella. El Dios se acercó a la niña y le dijo que le entregaría el don de la clarividencia si se entregaba a el en cuanto creciera. Casandra aceptó, y Apolo le entregó el don dándole un beso.
Pero, cuando creció, Casandra no cumplió con lo pactado, porque tenía muchos pretendientes y Apolo le daba igual. Él le pidió que le diera un beso, y ella acepto. Entonces, con ese beso, Apolo le quitó, no el don de la clarividencia, sino el de la persuasión. Así, ella siempre sabía lo que iba a pasar, pero no podía convencer a la gente de que iba a ocurrir, como hacía antes.
Ya nadie hacía caso a lo que ella decía, aunque, si lo hubieran hecho, habrían cambiado la historia. Ella no quería que metieran el "Caballo de Troya" en la ciudad, porque sabía que era una trampa, pero nadie le creyó.
Cuando acabó la batalla, Casandra fue llevada a Agamenón junto con las otras mujeres, como botín de guerra.